Por Reyes Adorna
Le dijeron que no había dioses, ni mitos ni ritos,
ni cielos ni infiernos, ni siquiera que se fiara de su imaginación,
de sus emociones o de su intuición,
y mucho menos que creyera en la magia.
Y se quedó sola la razón razonando. Y se murió de pena. Pero no soltó ni una lágrima.
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